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Mi interés principal es divulgar en el Paraguay las religiones de matriz africana y en particular el candomblé, además de otros temas relacionados a estas religiones

7 may 2011

El respeto a los más viejos

Bajo este título, quisiera compartir con Uds. este artículo escrito por Mae Stella de Oxosse, Iyalorixá del Ilê Axé Opô Afonjá. Este texto apareció en el periódico brasilero A TARDE de Salvador, Bahía y trata de un tema que me apasiona: EL RESPETO A LOS MÁS VIEJOS. Es un hecho, en el Candomblé es norma, es precepto, es obligación respetarlos y nada mejor que leer a uno de ellos sobre el tema:



EN EL OTOÑO DE LA VIDA

Maria Stella de Azevedo Santos

(traducción libre)
El Otoño llegó! Gracioso…Vi y propagandas de Festivales de Invierno, Festivales de Verano, escuelas festejando el dia de la Primavera, pero ninguna conmemoración para la llegada de la estación de las hojas secas que se desprenden de los árboles y caen en la tierra – el Otoño. Por qué será? me pregunté. Y me di cuenta, cerca de completar 86 años, que experimento el otoño de la vida.  Sin embargo, no es porque las hojas caen, que los viejos deben permitirse caer también, pues la filosofía yoruba nos enseña: “Ìbè.rè. àgba bi a ánànò ló reí”, que quiere decir, “aún cuando el viejo curva el cuerpo, aún continúa de pie”.
El religioso tiene por obligación prestar atención a la sucesión de las estaciones, ya que ellas marcan el ritmo de la vida y las etapas del desarrollo humano. El Invierno, conectado al elemento agua, se refiere a la infancia; la Primavera, estación de las flores, muestra la fluidez del aire y de la juventud; el Verano, la intensidad del sol, símbolo del fuego, demuestra el auge del dinamismo y actuación en la vida, características del adulto; el Otoño – crepúsculo vespertino – que está conectado al elemento tierra, es la luminosidad del sol y de lo viejo que de a poco va escondiéndose y aproximándose al horizonte.
Tiempo atrás, no era un problema usar las palabras vejez y viejo, pues ellas sólo se referían a una de las etapas del desarrollo  de los seres vivos. Actualmente, eso es “políticamente incorreto”. Es cómo se fuera uma desvaloración de esa etapa de vida, llegando al punto de convertirse en un adjetivo peyorativo. Resolvieron entonces adoptar la expresión “mejor edad”.
Sin embargo, ¿será que existe alguna edad que sea mejor que la otra? En la infancia, tenemos la alegría del niño, acompañada, sin embargo, de una fragilidad, que coloca a los adultos en constante atención. En la adolescência, el carácter espontáneo no deja de venir acompañado de un coraje inconsecuente. En la madurez, se es dueño de la propia vida y se carga, sin embargo, el peso de la responsabilidad. En la vejez, la tranquilidad decurrente del cúmulo de las experiencias vividas es gratificante, la energía física, sin embargo, no es más la misma – falta “pique”.  Se percibe, así, que en todas las fases siempre existe una laguna. Es como dice uno de los dictados que los viejos gustan de usar con el objeto de  pasar su sabiduría a los más nuevos: “En la juventud tenemos vitalidad y tiempo, pero no tenemos autonomía ni dinero; en la fase adulta, tenemos vitalidade y autonomía, pero no tenemos tiempo; en la vejez, tenemos tiempo y dinero, pero no tenemos vitalidad.”
El candomblé es considerado una religión primitiva. Generalmente, eso es dicho en un sentido de desvalorización. Ahora, una religión es tenida cómo primitiva por ser de origen primario, original, venida desde los primeros tiempos. En la referida religión, como en muchas otras de procedencia oriental, y en las tribus indígenas, el viejo es muy valorado, él es considerado un sabio teniendo una condición de destaque y respeto.
En la cultura yoruba, el viejo es un héroe, pues consiguió vencer la muerte, que nos busca y ronda todos los días. Él tiene siempre la última palabra, la cual no debe ser contestada. Tanto que es común en África, que la persona que aún no completó 42 años se mantenga callada durante las asambleas comunitarias, a fin de que ejerciten el importante arte de oír. En el candomblé, intentamos seguir la tradición que heredamos, y enseñamos a los iniciados ese difícil arte. Aunque el iniciado encuentre que posee la razón, él tiene el deber de oír el más viejo de cabeza baja y pedir su bendición, por respeto. Teniendo en cuenta, sin embargo, que no le es negado el derecho, en un momento u otro, de justificarse.
No es fácil mantener la tradición jerárquica de respeto al más viejo: mientras para el candomblé “antiguedad es cargo”, fuera de nuestros muros, los más nuevos, que viven en una sociedad imediatista, no quieren o no consiguen encontrar tiempo para oír experiencias que un día tendrán que enfrentar. Hasta el punto, de que los pertenecientes a la clase de la “mejor edad”, ya no se disponen  a asumir el papel de transmisores de conocmiento, pues esa característica dejó de ser valorada en la sociedad actual.
No quiero decir con eso que el anciano debe recogerse, dejando de aprovechar la vida, ya que cuando joven aprendí con mi Iyalorixá que “la vida es buena y gozarla conviene”. Para el bien de la sociedad, el pueblo yorubá dice: “ola baba ni imú yan gbendeke” mostrando que “es la honra del padre la que permite al hijo caminar con orgullo”. Y yo digo: Todo padre es un maestro y todo hijo es un discípulo!