El culto de este Orixá viene de
los inicios de la nación Yoruba, y cuando se habla de Oxalá, es a Oxalufán que
se quiere mencionar, pues es saludado como el Gran Orixá de la creación y todos
los mitos relacionados con la creación del mundo pasan, necesariamente por
Oxalá…
En el xiré, Oxalá es homenajeado al último porque es el gran símbolo de
la síntesis de todos los orígenes. Él representa la totalidad, el único Orixá
que, como Exú, reside en todos los seres humanos. Todos son sus hijos, todos
son hermanos, ya que la humanidad vive bajo el mismo techo, el gran alá que nos cubre y protege, el cielo.
El elemento de Oxalá es el aire,
esencia de la vida. Por ser el dios del aire, sus dominios se extienden sobre
la vida y la muerte. Estar vivo es tener aire, es respirar, es tener Oxalá
dentro de uno. Cuando nos falta el aire, cuando nos falta Oxalá, nos falta
también la vida. Así, él, creador de todos los seres, es quien determina la
hora de la muerte; es él quien retira el soplo de Olodumare de dentro de cada ser humano, señor absoluto de toda
existencia, de la vida y de la muerte. La paz y el bienestar de la humanidad
son las mayores responsabilidades de Oxalá, que cela desde lo alto, desde el orun, por todos sus hijos.
Nota: Traducción libre de
extractos del libro Òrisà Uma História –
José Roberto Gaudenzi
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