Entre los orixás funfun jóvenes, Oxaguian es el que más destaca. Impone el
desafío introduciendo la diferencia en la humanidad. Es la contradicción básica
de todo ser: igual en esencia, pero diferente en apariencia.
Esa contradicción básica se torna
patente cuando se observan los instrumentos que lleva en sus manos: por un lado
la espada, por otro lado el mazo de un mortero, la guerra y la comunión, la
guerra por la comunión. Oxaguian lucha para que todos estén unidos en torno a
un mismo ideal, para que se trabe el diálogo, para que el respeto por las
diferencias pueda prevalecer y, por consiguiente, sea la bandera de todos los
hombres.
Oxaguian es el orixá relacionado
con el sustento del día a día, dios de la mesa abundante, un gran proveedor que
detenta las armas y las usa para alcanzar siempre su objetivo mayor, dar de comer
a quien tiene hambre, y si fuere el caso, levantando las armas, parte para la
guerra, tomando de quien tiene mucho para dar a los que tienen menos.
En el África, los ritos dedicados
a Oxaguian son reminiscencias de antiguos rituales relacionados al cultivo y a
la fertilidad del suelo. Las disputas cotidianas, las intrigas, las discordias
y los casos de envidia deben ser entregados a Oxaguian, pues como guerrero de
la paz, es el gran conciliador que levanta la bandera blanca en el medio de la
guerra. No entra en una guerra para perder, va ladeando, evita la
confrontación, pero cuando ataca es para vencer.
Nota: Traducción libre de
extractos del libro Òrisà Uma História –
José Roberto Gaudenzi
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